Ni capitalismo, ni comunismo : entrevista a Christian Felber, por Fàtima Hoces Fuentes

La Economía del Bien Común

La economía del bien común es un libro de 150 páginas que se publicó el 16 de agosto de 2010 en la editorial vienesa Deuticke. Los fundamentos teóricos habían sido elaborados en un libro precedente «Nuevos valores para la economía», del mismo autor (Deuticke, 2008). Desde entonces, una veintena de empresarios ha participado en la tarea de desarrollar y detallar el modelo. Uno de los objetivos de la publicación del libro es escapar de la estéril dicotomía «lo que no es capitalismo tiene que ser comunismo» y ofrecer una alternativa sistémica humana. En el apéndice del libro, 70 empresas apoyan el modelo con su firma – lo cual es una señal de que el modelo no sólo es una hermosa idea utópica, sino que ha emergido desde la práctica empresarial. Hoy, unas 250 empresas apoyan el modelo y 70 se han decidido a implementarlo.

1. La economía del bien común reposa sobre los mismos valores que hacen florecer nuestras relaciones interhumanas: confianza, cooperación, aprecio, co-determinación, solidaridad, y acción de compartir. (Según recientes investigaciones científicas, las buenas relaciones interhumanas son uno de los factores que más contribuyen tanto a motivar a los seres humanos como a hacerlos felices.)
2.En la economía del bien común el marco legal experimenta un giro radical al pasar de estar orientado según los principios de competencia y avidez de lucro a los de cooperación y solidaridad. El significado del éxito empresarial cambia de beneficio financiero a contribución al bien común.
3. El bien común será predefinido en un proceso participativo desde abajo y luego pasado a una asamblea democráticamente elegida y anclada en la constitución a través de referéndum.
4. Un nuevo balance principal mide el bien común: el balance del bien común. Este balance mide rendimientos sociales, ecológicos, democráticos y de justicia distributiva, cuyo conjunto constituye el nuevo sentido de «éxito empresarial». Este ya no se mide en términos monetarios, sino en puntos neutrales. El máximo que se puede alcanzar son 1000 puntos del bien común.
5. Las empresas con los mejores balances disfrutan de incentivos y ventajas legales que les permiten cubrir sus costes mayores y ofrecer los productos éticos a precios inferiores que los no éticos: tasas de impuestos reducidas, créditos con interés reducido, prioridad en la compra púbica y programas de investigación, …
6. El balance financiero será el balance secundario. El beneficio financiero, antes el fin de la actividad empresarial, se convierte ahora en un medio del nuevo fin: el bien común. Eso significa que sólo serán permitidas aquellas aplicaciones del beneficio financiero que aumenten el bien común: inversiones (con plusvalía social y ecológica), repago de créditos, reservas (limitadas), distribución a los que crean la plusvalía (máximo: 20 veces el salario mínimo) y créditos sin interés a co-empresas; mientras que las aplicaciones que reduzcan el bien común ya no serán legales: inversiones en los mercados financieros, adquisiciones hostiles, distribución a personas que no trabajan en la empresa, donaciones a partidos políticos.
7. Como el beneficio financiero ya no es un fin en sí mismo, las empresas recuperan la libertad de aspirar a su tamaño óptimo. Ya no tienen que temer que otras empresas se las «traguen» y ya no les estará permitido tragarse a otras empresas; no necesitarán tener que crecer para ser más lucrativas, poderosas o fuertes que los competidores. Todas las empresas serán redimidas de la coerción estructural de tener que crecer y devorarse mutuamente.
8. Las desigualdades en las rentas y en la propiedad serán limitadas: la renta máxima no puede ser más de 20 veces la renta mínima; la propiedad privada no puede exceder 10 millones de euros; el derecho hereditario se limita a medio millón de euros por persona, en el caso de empresas familiares a diez millones de euros por persona. Herencias que excedan estos límites serán distribuidas como «dote democrática» a miembros de la generación siguiente. El objetivo de la «herencia máxima» y «herencia mínima»: Cuanto más justamente distribuido esté el capital inicial tanto mayor será la igualdad de oportunidades.
9. Empresas grandes con más de 250 empleados pasan parcialmente a la propiedad de los empleados y loss ciudadanos; empresas con más de 5.000 empleados al cien por cien. Los ciudadanos serán representados por delegados directamente elegidos en «parlamentos económicos regionales». El gobierno no puede intervenir ni tiene propiedad en esas empresas.
10. El gobierno tampoco puede tocar los «bienes democráticos», la tercera categoría de propiedad aparte de la gran mayoría de pymes privadas y unas cuantas grandes empresas de propiedad mixta. Bienes democráticos pueden ser: escuelas, universidades, hospitales, empresas de abastecimiento de agua y energía, telecomunicación, transporte público o bancas: la infraestructura básica.
11. Un bien democrático clave es «el banco democrático». Este banco sirve – como todas las empresas – al bien común y está controlado como todos los bienes democráticos por la ciudadanía soberana y no por el Gobierno. Su servicio consiste en depósitos garantizados, créditos de interés reducido y cuentas corrientes gratuitas. Los mercados financieros tal y como se presentan hoy ya no existirán.
12. La democracia representativa será complementada por la democracia directa y la participativa. El pueblo soberano tiene el derecho a a) corregir a sus representantes (el parlamento), b) iniciar y adoptar leyes, c) iniciar y adoptar un cambio de la Constitución, y d) controlar áreas claves de la economía como los bienes democráticos.
13. Aparte de la asamblea económica [del bien común] habrá otras convenciones para profundizar la democracia: convención para la educación, una convención para la democratización de los medios de comunicación, y una convención para la creación de bienes democráticos.
14. Para anclar los valores de la economía del bien común en las generaciones futuras tan profundamente como hoy está arraigada en la generación actual la visión del ser humano socialdarwinista y capitalista, propongo cinco nuevas asignaturas obligatorias: emocionología, ética, comunicación, educación democrática y experiencia de la naturaleza.
15. Como la noción de «éxito empresarial» será diferente en la economía del bien común, otras competencias de gestión serán las más solicitadas. Las personas más responsables, sociables, empáticas y capaces de atender al bien de todas y de la comunidad ecológica, serán los modelos apreciados por la sociedad y los más buscadas por las empresas

 

Entrevista a Christian Felber

PARTE 1: CHRISTIAN FELBER, EL BAILARÍN DE LA FILOLOGÍA ECONÓMICA.
Fátima Hoces: Me gustaría comenzar hablando sobre su formación. Entre otras muchas especialidades y ámbitos, es licenciado en filología hispánica y estudió en las universidades de Viena y Madrid. ¿Por qué eligió el idioma español en lugar de elegir otros hablados en países más cercanos a Austria como el italiano, el francés o incluso el inglés?
Christian Felber:  Porque tenía mucha curiosidad de conocer América Latina y sus diferentes culturas. La intuición siempre me llamaba hacía este continente mágico y maravilloso. Un aspecto concreto de muchos: una alegría de la vida más auténtica y natural. La sabiduría de vivir bien me atrae.
F.H.: ¿Cómo se le ocurre a un bailarín profesional, a un lingüista, a una persona de letras, a un humanista, poner un límite físico a los salarios de una empresa? ¿Qué nivel de competitividad hay en el mundo de la danza? ¿Qué influencia en la creación de su teoría pudo tener un ámbito tan abstracto como el mundo artístico?
C.F.: No distingo entre los ámbitos de la vida, para mí todo está unido. Siempre me consideraba un todólogo, mi deseo era estudiar ciencias universales. El cuerpo, la mente, el corazón y el alma son una unión. Lo natural es que el bailarín sienta la injusticia por su sensibilidad ética y no permite que la economía la excluya.
F.H.: Resulta llamativo que un filólogo dé clases de economía en la universidad. Sin contar con una formación específica en esta materia, ¿cómo o a través de qué medios aprendió y se sirve en la actualidad para impartir esta asignatura?, ¿qué tipo de enseñanza da a sus alumnos? En sus clases, ¿explica únicamente las bases de la Economía del Bien Común?
C.F.: Al contrario, partí desde el todo que incluye la economía. Me interesaban los grandes problemas globales desde la deterioración ecológica, la explotación de los recursos, los mercados financieros, las relaciones (pos)coloniales y la migración forzada. El resultado fue que el sistema económico es el epicentro de muchos de estos problemas. Y la causa principal del terremoto es la confusión de fin y medios en la economía. Esta «perversión» no se puede detectar desde dentro, sino sólo desde fuera, una perspectiva más amplia si no holística.
F.H.: La educación es un pilar fundamental para todo cambio desde la base de cualquier sociedad. ¿Es igualmente uno de sus ámbitos de trabajo?
C.F.: Por supuesto. Dos propuestas: Primero, que la educación enfoque la esencia del ser humano, el desarrollo humano holístico, y después las «asignaturas» que son de menor relevancia y sólo pueden generar efectos positivos en personas. A la base humana pertenecen, al menos: conocimiento de las emociones, comunicación, ética, aprendizaje de democracia, sensibilización corporal, experiencia de la naturaleza y artesanía.
F.H.: La Universidad de Barcelona ha firmado un acuerdo con la «Sociedad Catalana para el Fomento de la Economía del Bien Común» en el cual se compromete a fomentarlo creando una cátedra de la EBC ¿Sabe cuántas universidades a nivel mundial han ofertado esta cátedra a sus alumnos?
C.F.: Aún no está instalada. Todo está empezando. En Valencia, el acuerdo entre el Gobierno y la Universidad para instalar una Cátedra EBC ya tiene presupuesto: 30.000 euros para el primer año.
PARTE 2: LA ECONOMÍA DEL BIEN COMÚN, ¿LA POLÍTICA DEL BIEN COMÚN?
F.H.:  Como licenciado en ciencias políticas, ¿ha pensado usted crear un partido político basado en la EBC?, ¿qué partidos y de que orientación son los que más se acercan a su idea?
C.F.: Lo hemos considerado muchas veces, pero la respuesta siempre ha sido no. Lo que proponemos es algo tan universal como los derechos humanos. Creemos que dañaríamos la idea del bien común si lo convirtiéramos en un partido. Por otra parte, muchos partidos se han acercado a nosotros porque les atrae la idea y los valores. Nosotros guardamos equidistancia con todos los partidos políticos a la vez que demos la bienvenida que asuman las ideas. Y, de hecho, los municipios y gobiernos regionales que toman decisiones a favor de la EBC son de los más diversos colores. Eso está bien.
F.H.: Cientos de empresas y un número considerable de municipios e incluso una región han adoptado medidas en favor de la Economía del Bien Común, ¿sabe si han tenido algún problema de tipo legal, judicial o han recibido presiones o incluso amenazas por parte de otros sectores de poder económico?
C.F.: Bueno, no todo el mundo está entusiasmado, y hemos experimentado una serie de obstáculos y resistencias, desde la desinvitación de keynotes speakers hasta campañas mediáticas negativas. Pero si lo que hay detrás de estas defensas y ataques no es un buen motivo, la gente lo cala, y al final nos sirve.
F.H.: En países de Europa como Austria, Alemania, Suiza, Italia y España la EBC ha tenido una buena acogida. Su libro ha sido traducido al francés, sin embargo, no parece que el movimiento haya llegado al mismo nivel que en el resto de los países mencionados, ¿por qué cree que, en Francia, uno de los países de mayor peso político y económico de Europa, está teniendo menor implantación?
C.F.: Creo que la razón más importante es la simple falta de un/a embajador/a de la causa. Hemos tenido mala suerte. En cuanto aparezca una persona, un colectivo con buenas capacidades comunicadoras, el movimiento también arrancará en Francia. Ojalá sigamos sembrar la semilla en nuestra asamblea de delegados ahora en mayo en París.
 PARTE 3: LA TRANSFORMACIÓN DE LAS EMPRESAS
F.H.: Una de las medidas que se plantean en la EBC es la limitación salarial. Últimamente varios dirigentes europeos han afirmado que era necesaria una moderación salarial para tener una economía más competitiva, ¿cómo son los salarios en los países europeos que tienen las empresas más competitivas? En España los salarios son moderados, ¿cree que sus empresas son competitivas?
C.F.: El nexo entre altos salarios y la competitividad, motivación y rendimiento es un mito. En Japón, los salarios son muy modestos comparados con EE UU, pero los rendimientos no son inferiores. Las personas con los mayores ingresos son gestores de fondos de inversión de alto riesgo: algo totalmente prescindible para la sociedad. Si la competencia es por las personas más ávidas y desconsideradas, mejor que la perdamos. La psicología tiene claros resultados que ni la motivación ni la felicidad dependen de ingresos excesivos. Se trata de cubrir las necesidades básicas. Por encima de este umbral, hay una relación muy floja o ninguna entre unos ingresos mayores y mayor felicidad. La felicidad, por otra parte, aumenta con la calidad de las relaciones humanas, democráticas y ecológicas. Conclusión: Si un país desea atraer a los mejores « ministros » (servidores) del bien común, que haga todo porque las relaciones, el medio ambiente, la confianza y la democracia florezcan, y vendrán a vivir y trabajar las personas que más pueden contribuir al bien común.
 F.H.: En una empresa altamente industrializada, como es el caso de una gran parte de las empresas europeas, ¿cuánto influye el coste salarial en el precio final del producto que fabrica?
C.F.: Para la competitividad, más importante que el nivel de los salarios es el de la productividad. Alemania es el país con los sueldos y salarios más altos, no obstante, es altamente competitiva – por la alta productividad. Aunque los salarios por hora son altos, si se producen más piezas por hora, la proporción del salario por pieza es comparativamente baja y, por tanto, también su precio. Sin embargo, hoy por hoy no integramos el coste ecológico en los precios finales. Por lo tanto, los precios actuales pueden estar fundamentalmente sesgados. Sólo cuando los precios „dicen la plena verdad», es decir, cuando todos los costes sociales, medioambientales, humanos y democráticos, estén incluidos en los precios, tendríamos una imagen fiable de la competitividad de los distintos países y productores.
 F.H.: ¿Si se moderan los beneficios de una empresa industrial esta sería más competitiva? ¿Es más alto el beneficio o el coste salarial? ¿Es el caso en la EBC?
C.F.: No creo que el beneficio sea el problema, sino su uso. Una empresa orientada al bien común utiliza sus beneficios para a) inversiones, b) pagos extra para los empleados, c) reembolso de créditos y d) creación de suficientes reservas. Lo que no debería hacer con los beneficios es, en primer lugar, distribuirlos a los propietarios. Tampoco debería utilizarlos para la especulación financiera, compras hostiles o compras orientadas al crecimiento como un fin en sí mismos y, finalmente para pagar grupos de presión o partidos políticos. Algún día debe haber decisiones democráticas sobre la legalidad de estos últimos.
 PARTE 4: FISCALIDAD PROGRESIVA
F.H.: Una fiscalidad baja o nula provoca que el dinero fluya de una forma similar al agua por el efecto que ejerce la fuerza de la gravedad. El agua se filtra a pesar de los diques y muros de contención. El agua se escapa por grietas y resquicios. ¿Cómo afectan las diferentes fiscalidades a nivel global a la EBC? ¿Es lógico que en Europa tengamos una misma moneda, pero diferentes fiscalidades? ¿Sería factible o una utopía conseguir una fiscalidad igual para todos los países europeos?
C.F.: Una política fiscal común es igual de utópico o realista que la creación de una moneda común. La no combinación de una política monetaria común con una política fiscal común ha sido un grave error de construcción del euro. Se podría reparar, pero los gobiernos no parecen estar dispuestos a ello. Si se hubiese dejado votar a los ciudadanos entre las opciones: Queréis a) una moneda común con aquellas partes de la política fiscal común que si no están sujetas a la competencia fiscal (los cinco siguientes: tipo máximo del IRPF, impuestos sobre las rentas del capital, impuesto sobre el beneficio de sociedades, impuesto sobre el patrimonio e IVA) o b) una moneda común con competencia fiscal y todas sus consecuencias negativas – seguro que en ningún país los ciudadanos habrían apostado por la segunda alternativa.
EBC prevé decisiones democráticas « soberanas » sobre las piedras angulares de la política. Una de ellas es la vinculación de la libre circulación de capitales a la cooperación fiscal. Así, se podría, técnicamente dicho, poner coto final a la competencia fiscal, la fuga del capital y los paraísos fiscales. Las sociedades democráticas serían entonces tan ricas como realmente son, porque terminarían las injusticias actuales en cuanto a la tributación del capital.
 A MODO DE CONCLUSIÓN…
F.H.: Un navegante, comerciante, cuya nacionalidad no está clara aún, partió en 1492 desde un puerto marítimo andaluz guiado por una idea diferente, por tener una visión alternativa del mundo, por ser capaz de ver otros caminos, otras direcciones, por no seguir la ruta oficial. El camino que se presentaba como irrealizable o como una locura, lo llevó a descubrir un nuevo continente y revolucionar así la Historia. ¿Qué hubiese cambiado si en lugar de partir de un puerto español hubiese partido de un puerto alemán o francés? ¿Sería hoy el francés o el alemán el idioma del país más poderoso del mundo? ¿Y si hubiera partido desde Lisboa o Atenas? ¿Sería el griego o el portugués el idioma del país más poderoso del mundo? ¿Qué diferencias cree que hay en la visión que tienen de la EBC en la Europa centro-norte y en la Europa del sur?
Si pudiese elegir, preferiría que no hubiese salido de ningún lado. Y que todo el mundo tuviese que aprender un idioma global artificial y creativo: igualdad de oportunidades. La buena noticia es que tanto los valores sobre los cuales se cimienta la EBC como el propio bien común, como máximo valor, existen en forma más o menos igual en todas las culturas: son universales. En América Latina se conoce el buen vivir, en África el Ubunto, y si uno no sabe que la EBC nació en Europa podría considerarse genuinamente budista. Existe una ética humana global que se debe al simple hecho de que todos pertenecemos a la misma especie y tenemos las mismas necesidades básicas. Esa es la buena noticia que promete un gran futuro para la Economía del Bien Común.
F.H.: A lo largo de la Historia muchas personas han intentado eliminar las diferencias, las desigualdades abogando por el bien común. Desde el revolucionario de Nazaret que dijo que nos quisiésemos todos como hermanos hasta el indio que consiguió pacíficamente la independencia de un pueblo maltratado pasando por las mujeres que lucharon por su igualdad o aquellos que consiguieron abolir la esclavitud. Sin embargo, hoy en día parece que sigue imperando el egoísmo y muchas personas están convencidas de que es así y no se puede evitar. ¿Cree usted que el ser humano es bueno por naturaleza? ¿Es la sociedad la que lo corrompe o es la que lo empuja a buscar el bien común?
C.F.: La naturaleza del ser humano nos brinda total libertad de ser crueles o cariñosos. Tenemos la posibilidad de ser buenos y malos. Científicamente está probado que no hay ninguna necesidad de ser malo que nos va mejor cuando somos buenos y cariñosos y cooperativos. De ahí que la cuestión no es tanto sobre la naturaleza del ser humano, sino qué comportamientos se incentivan y cuáles se desincentivan. En el capitalismo, se incentivan las deficiencias humanas desde el egoísmo hasta la competencia, siendo estos los valores rectores. En la economía del bien común, a diferencia, se incentivan los valores relacionales (respeto, empatía, tolerancia, cooperación y compartir) así como los valores constitucionales desde la dignidad hasta la democracia. En cuanto a la cuestión si tienen que ser las personas o la sociedad, también hay claridad científica: tienen que ser ambas. Es imprescindible que un grupo pionero vaya adelante motivado de forma intrínseca (se llama ética individual), pero si las leyes no siguen para apoyar y promover estos comportamientos éticos, nunca pueden convertirse en el patrón general. En otras palabras, dentro de un orden capitalista legal, una economía del bien común nunca puede desenvolverse y florecer a gran escala.
En cuanto a la limitación de la desigualdad, hemos desarrollado mecanismos inteligentes para debatir y decidirlo democráticamente. El punto de partida es la cuestión si queremos – el pueblo soberano – la desigualdad. El segundo paso son propuestas distintas, por ejemplo: los ingresos máximos pueden llegar a ser hasta tres, cinco, diez, veinte, cincuenta o cien veces los ingresos mínimos. Y otras propuestas. Tercero, se vota la resistencia contra todas las propuestas. Hasta la fecha, en 25 países desde Suecia hasta Chile, incluyendo Gran Bretaña y EE UU, el factor máximo de 10 ganó en el 90 por cien de las votaciones. La idea de la EBC es que se organicen procesos constituyentes desde abajo – el nivel municipal – en los cuales se trabajan las 20 piedras angulares del sistema económico: Objetivo superpuesto de las actividades económicas, medición de éxito (balance del bien común), incentivar deficiencias o virtudes, cooperación o competencia, limitación de la desigualdad, crédito real o especulativo etc. El resultado final será la parte económica de la constitución o del Tratado Europeo. «Democracia soberana» quiere decir que la instancia soberana – el conjunto de los ciudadanos – tiene el derecho exclusivo de cambiar la constitución. Sus representantes en los parlamentos y gobiernos están obligados, igual que hoy, de implementar el contenido de la constitución, que vendrá de los citoyens y citoyennes.

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